lunes, 23 de marzo de 2009

Estrategias para aplicar en conductas conflictivas de niños pequeños con síndrome de Down

Es cada vez más frecuente que los niños con síndrome de Down gocen de las mismas experiencias
vitales que el resto de sus compañeros. Se encuentran cada vez más integrados en las actividades de la vida familiar, y en muchas comunidades resulta ya habitual verles formar parte de las escuelas integradas, de actividades comunitarias y del mundo laboral. Sin embargo, para muchos niños con síndrome de Down (como es el caso también en otras discapacidades), el éxito en estos ambientes viene dificultado por la aparición de conductas problemáticas o conflictivas, definidas por Doss y Reichle (1991) como “la conducta que ocasiona autolesión, o lesiones a otros, o que perturba o lesiona el ambiente físico, y que interfiere la adquisición de nuevas habilidades y aísla al niño en su aprendizaje”. Para muchos padres, investigadores y profesionales familiarizados con los niños que tienen síndrome de Down, la conducta problemática es un suceso ordinario. A menudo se les describe como “tercos” y “obstinados”. De hecho se leen con frecuencia referencias a este tipo de conducta en la literatura clínica y siguen apareciendo en la actualidad. Por ejemplo, los niños con síndrome de Down muestran mayores tasas de problemas de atención que los demás niños, retraimiento social, desobediencia, compulsiones (agarrar objetos, repetir ciertas acciones) (Coe et al., 1999; Evans y Gray, 2000), altas tasas de soliloquios (Gleen y Cunningham, 2000). Con la edad, aumentan también las conductas asociadas a la ansiedad, la depresión y el retraimiento (Dykens y Kasari, 1997). Es bastante frecuente que, desde que son pequeños, muestran problemas de conducta relacionada con el escape y la inatención, desobediencia y pobre conducta social.

El hecho de que estas conductas problemáticas se inicien pronto y se expresen con claridad ha nducido a incluirlas dentro del fenotipo conductual (el patrón que define los puntos fuertes y débiles de una discapacidad) que caracteriza al síndrome de Down (Fidler, 2005). Hay otros factores asociados al síndrome de Down que pueden contribuir también a que surja esta conducta
(Feeley y Jones, 2006) como son los trastornos del sueño (Stores, 1993; Stores y Stores, 1996) y la mayor frecuencia con que padecen ciertas enfermedades (Roizen, 1996). Afortunadamente, existen sustanciales estudios empíricos que demuestran la eficacia de técnicas basadas en la conducta, capaces de valorar y de intervenir sobre la conducta problemática de las personas con discapacidad intelectual en diversas edades. Sin embargo, si se examina de cerca la literatura sobre intervención conductual, se comprueba que son relativamente pocas las aplicaciones realizadas en niños con síndrome de Down, y aún menos las aplicaciones en que se concretan los problemas específicos y característicos de estos niños. En los últimos años nosotras hemos utilizado con éxito procedimientos de intervención basada en la conducta, dirigidos a modificar la conducta problemática de niños con síndrome de Down. En todos los casos hemos reducido de forma sustancial la intensidad con que los niños se embarcaban en tipos concretos de conducta problemática, lo que ha conseguido una mejoría en el funcionamiento de los niños en diversas situaciones de integración. Con el fin de ilustrar la utilización de intervenciones basadas en la conducta para con niños con síndrome de Down, hemos elegido cinco ejemplos de niños que reflejan conductas problemáticas de frecuente aparición. Los casos están clasificados según el tipo de la estrategia de intervención. Concretamente, se ilustran estrategias de intervención que:
- consideran la forma en que se desarrolla el suceso y los antecedentes inmediatos
- enseñan habilidades que sirven como instrumentos de sustitución (p. ej., habilidades comunicativas,
académicas, sociales)
- utilizan estrategias basadas en las consecuencias (p. ej., reforzamiento).

El lector puede acudir a Carr et al. (1994), Feeley y Jones, (2006); y Reichle y Wacker, (1993).
En cada caso se realizó una evaluación funcional antes de iniciar la intervención. La evaluación
funcional comprende la identificación de los acontecimientos que condicionan esa conducta,
sus antecedentes y las consecuencias que van asociadas a la conducta problemática, lo que da
lugar a una hipótesis sobre la función que cumple el mantenimiento de esa conducta, es decir,
cuáles son las consecuencias que esa conducta pretende conseguir (ver O’Neill et al., 1997).

ESTRATEGIAS PARA TRATAR CONDUCTAS DE ESCAPE O EVITACIÓN

Dada la frecuencia con que aparecen las conductas problemáticas de evitación o escape incluso en los niños más pequeños con síndrome de Down, a menudo es necesario incorporar estas intervenciones basadas en las consecuencias, con el fin de que el niño se beneficie de las distintas intervenciones educativas que con frecuencia trata de evitar. Un método que se aplica con facilidad como reforzamiento de una conducta alternativa apropiada (DRA) es el sistema de fichas (token). Este sistema consiste en la utilización de un símbolo o ficha que se entrega como consecuencia de haber realizado una conducta apropiada, que puede ir acumulándose hasta ser cambiada por un reforzador (Dalton et al., 1973; Johnston y Johnston, 1972). Tal como se ilustra en el caso de Sam, el uso del sistema de fichas puede empezar a una edad muy temprana.


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